(EN)
Through a series of photographs inserted in the artist’s biography, "About the object"
shows at first sight a tension between the real and the appearance of reality.
Photographs naturally bear a tactile remoteness of the original reference. Therefore,
this practice could be understood as an escape or even concealment, since the
represented objects are Maureira’s own family belongings.
It all starts with an image of pain. An image of one object, which belonged
to a dear relative, seemed to heal in a confrontation against the artist.
Maureira told me that everything stated by reflecting on that particular object.
As a ghost, it returned once and again to his memory; a fact that led him to a return
to his country of origin to photograph it. With its presence, the object became an
obsession and it provoked a gaze to the past. Benjamin once said:
"the object itself contains a latent past", it’s like some sort of power that loads it
with a special "energy".
To avoid oblivion, memory needs to be activated. The object is able to connect with
the past and to condense itself as a fragment of the history in order to give a kind to
totality, which, in this case, can be translated as a family portrait.
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We can say that we live in the age of the dematerialization of the sensible as well
as the objectual. Our time is compressed and accelerated. Faced with the vertiginous
rhythm imposed by the current capitalist society, there is little time for reflection
and calm. We live a time of detachment, which is difficult to fight.
José Luis Pardo talks about a society based on throwaway, which, however,
has lost the ideal of modernity! The modernity that once thought that all waste could
be recycled in order to recover a former lost or to obsolete utilitarian function.
In "Lost and found" the lost and forgotten objects are stacked in offices and bureaucracy.
The photographs show a series of "non-places" in which objects appear stacked waiting
for an end, or a new possibility to return to circulation. Some details show accumulations
that generate a sense of anguish and restlessness, perhaps, because of the feeling of
wastage they cause. The offices of lost objects are a symptom of modernity which
relegate objects that "have no place, that are not in place and, therefore, those that have
to be moved to another place where, hopefully, they can disappear as garbage,
be reactivated, recycled, extinguished: [or rather] those that seek another place to return"1.
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Finally, Zero Object supposes a depersonalization of the object in order to empty it.
The lack of features, or the errors that singularizes it, the object is serialized becoming
a copy, a kind of end of cycle of familiar objects that have been part of the project
of Alejandro Maureira. As dispossessed of aura, they confront the images of the originals
as a denial of the past, or the absence of any narration. It seems like a kind of funeral,
a metaphor in which contemporaneity disembogue of standardized elements that thrive
in different contexts. Richard Sennet spoke that “the standardization of the environment
stems from the economy of the ephemeral, and standardization produces indifference".
The "Zero object" is the summit of acceleration, an indifferent object that shows the
transparency of the generic and mouldable. In post-capitalism it would be that object
that we all have, and that always tells the same story. It is not capable of multiplying time,
but rather it flows into the progression of the desired, preventing our mind from looking
in any other direction.
Javier Bermúdez
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(1) J. L. Pardo, Nunca fue tan hermosa la basura. Conferencia en La Casa Encendida.
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(ES)
entre lo real y la apariencia de lo real a través de una serie de fotografías que se
insertan en su propia biografía. A modo de práctica se produce un alejamiento táctil de
los referentes, una huida que puede ser entendida como ocultación, pues lo que
aparece son representaciones de objetos de origen familiar.
Todo comienza con una imagen de dolor, un objeto perteneciente a un familiar
querido, que parece sanar en un enfrentamiento contra él. Me contaba el autor que
todo comenzó reflexionando sobre ese objeto. A modo de fantasma éste volvía una y
otra vez a su memoria, hecho que desembocó en una vuelta a su país de origen para
fotografiarlo. El objeto se convirtió en obsesión pues provocaba, con su presencia, una
mirada al pasado. Benjamin decía que "el objeto en sí contiene un pasado latente",
una especie de potencia que lo carga de una "energía" especial.
La memoria necesita ser activada para que los recuerdos no caigan en el olvido.
El objeto es capaz conectar con el pasado, condensando en sí, como fragmento de la
historia, una especie de totalidad, que en esta ocasión puede ser traducida como un
retrato familiar. Esta condensación del tiempo también es reflejada en las otras cuatro
imágenes que componen esta serie de Alejandro Maureira con sendos objetos
anclados a su biografía. El tiempo es representado por colores que muestran una hora
del día determinada en la que se realizó la fotografía. Finalmente, la yuxtaposición
sirve como herramienta de montaje para generar la imagen final. Es como si la imagen
hubiera sido desplegada en un plano por el fotógrafo, que buscando horadar en ella,
la descompone y vuelve a "coser" para que aparezca su esencia, perdida en su
corporeidad.
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Nuestra época puede describirse como la desmaterialización de lo sensible. También
de lo objetual. Nuestro tiempo se comprime, acelera. Abocados al ritmo vertiginoso
que impone la sociedad capitalista actual, queda poco tiempo para la reflexión y la
calma. Vivimos un tiempo de desapego, el cual es difícil combatir.
José Luis Pardo habla de una sociedad basada en el usar y tirar, que, no obstante, le
ha perdido la partida al ideal de la modernidad que pensaba que todos los residuos
podrían ser, del mismo modo, reciclados, recuperando una otrora función utilitaria
perdida u obsoleta.
En "Lost and found" los objetos perdidos y olvidados se apilan en oficinas y burocracia.
Las fotografías muestran una serie de "no lugares" en la que los objetos aparecen
apilados esperando un final, o una nueva posibilidad de volver a la circulación. Algunos
detalles muestran acumulaciones que generan una sensación de angustia y
desasosiego quizás por el sentimiento de pérdida que provocan. Las oficinas de
objetos perdidos son un síntoma de la modernidad a la que quedan relegados los
objetos que "no tienen lugar, los que no están en su sitio y, por tanto, los que hay que
trasladar a otro sitio con la esperanza de que allí puedan desaparecer como basura,
reactivándose, reciclándose, extinguiéndose: [o más bien] los que buscan otro lugar
para poder regresar"1.
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Finalmente, "Zero object" supone un vaciamiento del objeto a través de su
despersonalización. Falto de rasgos, o errores que lo singularicen, el objeto es seriado
convirtiéndose en una copia, una especie de final de ciclo de los objetos familiares que
han formado parte del proyecto de Alejandro Maureira. Como desposeídos de aura se
confrontan con las imágenes de los originales como negación del pasado, o ausencia
de toda narración. Se antoja como una especie de misa fúnebre, metáfora en la cuál
desemboca la contemporaneidad, de elementos estandárizados que campan en
distintos contextos. Richard Sennet hablaba de que "la estandarización del entorno
deriva de la economía de lo efímero, y la estandarización produce indiferencia".
El objeto cero es el culmen de la aceleración, un objeto indiferente y que muestra la
transparencia de lo genérico y moldeable. En el postcapitalismo vendría a ser ese
objeto que todos tenemos, y que siempre narra la misma historia. No es capaz de
multiplicar el tiempo, sino que fluye en el devenir de lo ansiado impidiendo a nuestra
mente cualquier tipo de mirada en otra dirección.
Javier Bermúdez
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(1) J. L. Pardo, Nunca fue tan hermosa la basura. Conferencia en La Casa Encendida.
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